Nacimiento. El origen de Buda fue principesco. Su padre era el rey del clan Sakya y poseía un espléndido palacio en Kapilavastu, a orillas del sagrado Ganges. A su madre, la virtuosa Maya, no la visitó un ángel como a María, sino un delicioso y pequeño elefante provisto de seis colmillos que, según la leyenda, hirió delicadamente su regazo sin causarle ningún tipo de dolor. El nacimiento de Siddharta Gautama, nueve meses después, fue igualmente prodigioso: la tradición relata que apareció ante su madre sobre un loto mientras una suave lluvia de pétalos caía sobre ambos, descendió de la flor y dijo: "Triunfaré del nacimiento y de la muerte y venceré a todos los demonios que hostigan al hombre." Siddharta pasó una infancia despreocupada y una juventud mundana. Fue instruido por los mejores maestros y aprendió un montón de cosas inútiles pero placenteras, como exigía su condición aristocrática. Se enamoró de una prima, Yasodhara, contrajo matrimonio y tuvo un hijo al que llamó Rahula. Fiestas, cacerías y amor; tales fueron las ocupaciones principales de Buda hasta que cumplió veintinueve años. En la imagen, una representación del nacimiento de Buda.
Los cuatro encuentros. Las tradiciones legendarias sobre la vida de Buda abundan en presagios, augurios y profecías cumplidas, presentando su historia como la de un destino ineludible. Se cuenta que Maya, su madre, vio que un elefante blanco se gestaba dentro de ella, claro presagio de la grandeza del ser que vendría al mundo; y que los adivinos y astrólogos consultados por su padre, el rey Suddhodana, predijeron la llegada de un gran líder. El más preclaro de ellos era el astrólogo Asita (que más tarde sería uno de los cinco primeros discípulos de Buda) y advirtió a Suddhodana que su hijo Siddharta sería un gran gobernante, pero de un corazón tal que, si conocía la miseria y la muerte, lo abandonaría todo para convertirse en un maestro religioso. Para evitarlo, Suddhodana construyó cuatro palacios, uno para cada estación del año, y los rodeó de hermosura. Allí vivió Siddharta aislado de las desdichas del mundo, se casó con Yasodhara y tuvo a su hijo Rahula. Suddhodana intentaba por todos los medios que Siddharta no se topara con las desgracias de los hombres, hasta el punto de limpiar de mendigos y enfermos los caminos que debía recorrer. Pese a ello, en tres salidas sucesivas, Siddharta topó con un enfermo, un anciano y un cadáver; conoció así la enfermedad, la vejez y la muerte. En una cuarta salida vio a un sadhu, un asceta mendicante, andrajoso y sabio a la vez: era la indicación de la senda a seguir. A los 29 años, una oscura noche de luna nueva, dejó el palacio de su padre sin pronunciar palabra. Cuentan las crónicas que fue ése el momento más angustioso de su vida, que miró a su esposa y a su retoño, plácidamente dormidos, y que estuvo a punto de sucumbir al deseo de permanecer a su lado. Pero se armó de valor, volvió la cabeza y se fue. La inquietud fue más fuerte que la molicie del lujo y el ansia de saber venció sobre las comodidades. Siddharta cambió sus vestimentas de seda por el rudo sayo y emprendió el camino de los buscadores de la verdad. En la imagen, una representación de este episodio, conocido tradicionalmente como "Los cuatro encuentros".
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