sábado, 28 de mayo de 2011

Imagen de Buda. El budismo primitivo (el budismo Hinayana o "pequeño vehículo") no favoreció la representación de Buda como ser humano; en su lugar, se utilizaban símbolos que aludían a su presencia: el árbol de la iluminación, la flor de loto, la rueda de la enseñanza, el trono vacío, las huellas de sus pies y la stupa. Hacia el año 150 d.C. se produjo en el arte indio un acontecimiento de vital importancia: por primera vez aparece Buda representado como un ser humano. Este fenómeno, opuesto a los principios establecidos por el budismo primitivo, debe relacionarse con tres acontecimientos decisivos: el primero es el cambio ideológico que supone la aparición de una nueva rama de la religión budista, el Mahayana, que, contrariamente a lo que propugnaba el budismo anterior, se proponía difundir la fe de Buda a los confines del mundo y ofrecer la posibilidad de salvación a todos los seres humanos; en segundo lugar, la Ruta de la Seda, que alcanza en este período su máximo auge y permite que la nueva fe, con su nueva carga iconográfica, pueda difundirse por toda Asia; y, en tercer lugar, la llegada al poder en la India de una nueva dinastía, la de los Kushana, capaz de llevar a cabo la empresa de configurar artísticamente la imagen del iluminado y de difundir su doctrina. Sobre el origen de la imagen de Buda se ha discutido mucho, sin que se haya llegado a formular ninguna tesis concluyente. En el siglo II d.C. aparece en tres escuelas distintas: la de Mathura, la de Amaravati y la de Gandhara; resulta muy difícil decir cuál de ellas fue la primera. Un importante sector de investigadores considera que la representación de Buda tiene su origen en los contactos con el mundo griego a través de la región de Gandhara, pero tal hipótesis ha sido cuestionada por otros historiadores, como Ananda K. Coomaraswamy.

Nacimiento. El origen de Buda fue principesco. Su padre era el rey del clan Sakya y poseía un espléndido palacio en Kapilavastu, a orillas del sagrado Ganges. A su madre, la virtuosa Maya, no la visitó un ángel como a María, sino un delicioso y pequeño elefante provisto de seis colmillos que, según la leyenda, hirió delicadamente su regazo sin causarle ningún tipo de dolor. El nacimiento de Siddharta Gautama, nueve meses después, fue igualmente prodigioso: la tradición relata que apareció ante su madre sobre un loto mientras una suave lluvia de pétalos caía sobre ambos, descendió de la flor y dijo: "Triunfaré del nacimiento y de la muerte y venceré a todos los demonios que hostigan al hombre." Siddharta pasó una infancia despreocupada y una juventud mundana. Fue instruido por los mejores maestros y aprendió un montón de cosas inútiles pero placenteras, como exigía su condición aristocrática. Se enamoró de una prima, Yasodhara, contrajo matrimonio y tuvo un hijo al que llamó Rahula. Fiestas, cacerías y amor; tales fueron las ocupaciones principales de Buda hasta que cumplió veintinueve años. En la imagen, una representación del nacimiento de Buda.


Los cuatro encuentros. Las tradiciones legendarias sobre la vida de Buda abundan en presagios, augurios y profecías cumplidas, presentando su historia como la de un destino ineludible. Se cuenta que Maya, su madre, vio que un elefante blanco se gestaba dentro de ella, claro presagio de la grandeza del ser que vendría al mundo; y que los adivinos y astrólogos consultados por su padre, el rey Suddhodana, predijeron la llegada de un gran líder. El más preclaro de ellos era el astrólogo Asita (que más tarde sería uno de los cinco primeros discípulos de Buda) y advirtió a Suddhodana que su hijo Siddharta sería un gran gobernante, pero de un corazón tal que, si conocía la miseria y la muerte, lo abandonaría todo para convertirse en un maestro religioso. Para evitarlo, Suddhodana construyó cuatro palacios, uno para cada estación del año, y los rodeó de hermosura. Allí vivió Siddharta aislado de las desdichas del mundo, se casó con Yasodhara y tuvo a su hijo Rahula. Suddhodana intentaba por todos los medios que Siddharta no se topara con las desgracias de los hombres, hasta el punto de limpiar de mendigos y enfermos los caminos que debía recorrer. Pese a ello, en tres salidas sucesivas, Siddharta topó con un enfermo, un anciano y un cadáver; conoció así la enfermedad, la vejez y la muerte. En una cuarta salida vio a un sadhu, un asceta mendicante, andrajoso y sabio a la vez: era la indicación de la senda a seguir. A los 29 años, una oscura noche de luna nueva, dejó el palacio de su padre sin pronunciar palabra. Cuentan las crónicas que fue ése el momento más angustioso de su vida, que miró a su esposa y a su retoño, plácidamente dormidos, y que estuvo a punto de sucumbir al deseo de permanecer a su lado. Pero se armó de valor, volvió la cabeza y se fue. La inquietud fue más fuerte que la molicie del lujo y el ansia de saber venció sobre las comodidades. Siddharta cambió sus vestimentas de seda por el rudo sayo y emprendió el camino de los buscadores de la verdad. En la imagen, una representación de este episodio, conocido tradicionalmente como "Los cuatro encuentros".



El ascetismo. Peregrinando como un asceta más y lacerando su cuerpo con ayunos y penitencias, Siddharta Gautama conoció en sus semejantes las enfermedades, el dolor, el desconsuelo, la desesperación, la vejez y la muerte. Estaba llamado a liberar a los hombres del miedo y la ignorancia, caldos de cultivo del sufrimiento, y comprendió que la única vía para conseguirlo era el conocimiento, la total sabiduría. Para llegar a ella practicó rigurosamente el yoga, la meditación y diversas mortificaciones hasta hacer de su cuerpo un montón de huesos tambaleantes atacado de violentos dolores. Junto con otros eremitas castigó su cuerpo con extenuantes ayunos, hasta darse cuenta de que la mortificación no le llevaba a ninguna parte: esta pintura mural de un templo de Laos resume su etapa ascética representándole en extrema delgadez, entre sus cinco compañeros y un dios protector. Decidió entonces adoptar un término medio entre el ascetismo absoluto y una prudente sensualidad, refugiándose en la soledad y haciéndolo todo con moderación. Ese "término medio" de Gautama era, desde nuestro punto de vista actual, una heroicidad: su castidad era absoluta, ingería alimento una vez al día y sólo arroz, apenas dormía y meditaba sin descanso.


La iluminación. A los treinta y cinco años, su búsqueda en solitario le había conducido a la ciudad de Gaya. Allí dio siete vueltas alrededor de un árbol, tras lo cual se sentó en el suelo a meditar anunciando: "No me levantaré de aquí hasta encontrar el camino de la iluminación y el conocimiento". Según tradiciones posteriores que hoy parecen pintorescas, Siddharta hubo de librar su combate más enconado con Mara: durante el tiempo en que estuvo en trance, el rey de los infiernos y de lo material se le apareció varias veces. En las primeras ocasiones, los ejércitos de Mara no intentaron otra cosa que distraer a Siddharta de su meditación a fin de impedirle alcanzar el camino de la verdad. Así hubo de soportar el estruendo de varias tormentas y los gritos de Mara, quien le animaba a desistir de su empeño. Al revelarse infructuosos estos ardides, empezaron a arrojarle piedras y armas flamígeras, pero el joven príncipe permaneció, sin embargo, impertérrito. Fue entonces cuando Mara resolvió jugar su última baza y convocó a sus tres hijas, Voluptuosidad, Codicia e Inquietud, a fin de que sedujeran a Siddharta con sus encantos, haciéndole abandonar su búsqueda. Pero la aspiración de éste iba mucho más allá del simple deleite que podía sentir ante los placeres mundanos. Su inquebrantable fuerza espiritual derrotó a Mara y a su corte de demonios y llevó a Siddharta a convertirse en Buda, "el iluminado". En la imagen, una rica representación de las tentaciones de Mara.


El sermón de Benarés. Con el alma purificada y dichosa, y tras un periodo de dudas, Buda decidió predicar la verdad alcanzada. Buda dirigió primero su enseñanzas a cinco antiguos compañeros de su etapa ascética. Famosísima y primera entre las alocuciones de Buda es la llamada "Predicación de Benarés"; en ella se encuentran expuestas la llamadas Cuatro Verdades Nobles, pilares doctrinales de lo que luego sería el Budismo. El sermón se reproduce con absoluta concordancia de detalles en varios lugares del canon pali (en el Sutra Pitaka) e incluso en textos budistas en sánscrito, lo que avala su autenticidad. Las palabras del maestro, fijadas en la memoria de quienes las habían oído, fueron transmitidas durante largo tiempo oralmente, pero con presumible fidelidad, conforme a la excepcional capacidad mnemotécnica de los hindúes. La transmisión oral mnemotécnica de los discursos de Buda favoreció un característico estilo retórico, para nosotros bastante hinchado y extravagante, con sus redundancias y repeticiones de palabras, de proposiciones y de fragmentos enteros, acumulados hasta lo inverosímil. Pero en medio de tanta lentitud y monotonía de exposición brillan como piedras preciosas sentencias memorables y sublimes afirmaciones inspiradas por una profunda comprensión de los problemas del hombre. Basten las palabras memorables (conservadas en el Dhammapada) que Buda debió pronunciar inmediatamente después de haber llegado a la iluminación: "El ciclo de muchos nacimientos he recorrido sin descanso buscando al constructor de la casa (es decir, el deseo, que es la causa del renacimiento). Tremendo es el renacimiento. Constructor de la casa, estás descubierto: ya no edificarás más casas. Tus vigas están astilladas y el techo de la casa, destruido. El corazón, ya libre, ha destruido todo anhelo". En la imagen, representación del sermón de Benarés, así llamado pese a que según la tradición tuvo lugar en el parque de las gacelas de la cercana ciudad de Sarnath (a ello se debe la presencia habitual de estos animales en la iconografía).


Muerte de Buda. Buda difundió la nueva doctrina mediante la predicación, la enseñanza oral y el razonamiento dialogado. Durante cuarenta y cinco años recorrió innumerables poblados y regiones enseñando el camino hacia la verdad. Convirtió a muchos maestros famosos, a reyes descreídos y a decenas de ascetas misántropos. Y su extraordinaria actividad, en la que la eficacia de la palabra se unía a la fascinación intensa de su persona para ganarse el corazón y la mente de las gentes, se hizo inmortal por obra de los discípulos que conservaron sus discursos, predicaciones y máximas, aproximadamente como debió haberlas pronunciado en tantas circunstancias de su larga vida terrenal. Siddharta Gautama tenía ochenta años cuando, según fabulosos testimonios, le sobrevino una disentería sangrante tras ingerir un plato de carne de cerdo que le había preparado el herrero Chunda, uno de sus más fieles seguidores. Sobrellevó la enfermedad con entereza admirable y un perfecto dominio de sí mismo, sin descuidar por un solo momento su esfuerzo misionero. Al fin, sintiendo que se acercaba su hora, se envolvió en su manto amarillo y se acostó en un lecho de hojas para instruir a su discípulo predilecto, el humilde y silencioso Ananda, en las últimas cuestiones relativas a la verdad que le había sido revelada. Murió sereno y confiado, de la misma manera noble que había vivido, en un suburbio de Kusinagara. En la imagen, representación de la muerte de Buda, que, de acuerdo con la doctrina budista, significó su entrada en elparinirvana o nirvana absoluto.


El budismo. El budismo se extendió en un principio por la India, donde fue la religión predominante; más tarde fue desterrado por el antiguo hinduismo hasta desaparecer casi por completo en el siglo XI. Pero la nueva religión se había ya propagado por el Asia central y oriental, al tiempo que evolucionaban sus doctrinas. En una primer momento se desgajó en dos ramas: el Hinayana (Pequeño Vehículo) y el Mahayana (Gran Vehículo). El Hinayana, la forma original, se conservó sobre todo en Sri Lanka, Birmania y Tailandia; el Mahayana se difundió por China y Japón. La religión budista es predominante en Japón; la forma que guarda mayor semejanza con la budismo primitivo es el Zen, que hace hincapié en la meditación y en la vivencia concreta del presente. En Tíbet y Mongolia, el budismo se combinó con las tradiciones locales y dio lugar al lamaísmo. En la actualidad, el budismo cuenta con alrededor de trescientos millones de adeptos, lo que representa un 6,3 % del total de practicantes de todas las religiones. Asentado principalmente en el sudeste asiático, goza del rango de religión de Estado en ciertos países, como Myanmar (antigua Birmania), Laos o Tailandia. El budismo es además la única religión oriental que ha conseguido cierta implantación en los países occidentales, sobre todo a partir de la década de 1960. La invasión del Tíbet por parte del ejército chino en 1959 supuso el exilio del Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano, y la dispersión de la corriente lamaísta por todo el mundo. Aunque el hecho contribuyó a divulgar su forma tibetana en la sociedad occidental, el budismo tradicional ya había contado a menudo con una aceptación admirativa, si bien desde una vertiente más filosófica que religiosa. En la imagen, un monje budista ante una estatua de Buda reclinado en el templo de Suwankhuha, en Tailandia.





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